Las Charcas de Erjos en las tierras altas del Noroeste de la isla, a medio camino entre los municipios de Los Silos y El Tanque, constituyen el más importante de los humedales de la isla de Tenerife. Un paisaje singular, cuyo apogeo llega tras las lluvias de invierno y que se fue conformando en un terreno impermeable surgido como consecuencia de las extracciones de tierra fértil para el “sorribado” de fincas en zonas de costa.
Estas extracciones, acaecidas entre los años 50 y 60 del pasado siglo XX, generaron las cuencas donde hoy se asientan las charcas y que las sucesivas lluvias y escorrentías, llenaron de agua más o menos regularmente, formando el actual humedal.
El humedal, terreno dominado muy fundamentalmente por juncos, helechos, tagasastes y zarzales constituye un lugar predilecto de asentamiento de la focha común (fulica atra), la agachadiza común (gallinago gallinago), andarríos grande y chico, archibebe claro (Tringa nebularia) y alguna que otra palmípeda.
La ubicación de las charcas a los pies del Pico Viejo, una de las caras más hermosas y menos frecuentemente vistas del majestuoso Teide, en las inmediaciones de la pequeña localidad de Erjos, junto a cuya iglesia dejamos aparcado el coche para llegar en un paseo de 15 minutos a través de un pequeño camino rural al humedal, es otro de los grandes atractivos del lugar.
Un lugar eminentemente rural, muy próximo al afamado Monte del Agua, al que se puede acceder desde el alto que corona el monte circundante a las charcas; un lugar solitario y bucólico, sólo animado por las voces de los excursionistas domingueros que frecuentan el paraje tras un período de lluvias.
Son fundamentalmente los niños los que más disfrutan de la zona, al contemplar a las aves nadando sobre las lagunas o remontando el vuelo en masa tras algún ruido o percance, en lo que constituye una estampa de lo más inusual en esta siempre sorprendente isla de Tenerife.