El Pijaral

El Pijaral

A escasos metros de la seca vertiente sur de Anaga, culminando este viejo macizo nororiental de Tenerife, existe un espacio dominado por la humedad, por la nube permanente, por la lluvia horizontal, por el musgo, los helechos y un frondosísimo bosque terciario, único en su género, profundamente macaronésico al que denominamos: Laurisilva.

Este inesperado regalo de la naturaleza, cuya espesura compite con la del bosque del cuento de Hansel y Grettel o de una aventura de Robin Hood en el muy aclamado bosque de Sherwood, expresa de la forma más impactante la enorme diversidad de paisajes y ecosistemas que conviven en este continente en miniatura que es la isla de Tenerife.

En el Pijaral rezuma el agua por doquier. El Pijaral es el bosque más cargado de vida y energía que pudiera imaginarse. Es la salida perfecta para aquellos que viven en la reseca vertiente sur de la isla. Es un homenaje al color verde en todos sus tonos y expresiones.

El Pijaral es un espacio que goza de una protección especial. Su visita puede requerir de la necesidad de solicitar un permiso a las autoridades, por lo que, en todo caso, de realizarse, debe hacerse tras una conveniente planificación.

Existen muchas formas de adentrarse en este extraordinario bosque de “brumas y brujas”, de brezos centenarios, de altos tilos y laureles de troncos retorcidos, pero de entre todas las posibles recomendamos dejar el coche a la altura de La Ensillada y recorrer los senderos del Pijaral, hasta abordar tres puntos emblemáticos como son: Chinobre, Anambro y Cabezo del Tejo.

El primero de ellos, la ascensión al Roque Chinobre, es una visita en sí misma, si bien la señalización brilla por su ausencia. Desde el roque que acaba en una mini meseta ideal para tomar un pequeño aperitivo,  se divisa el mar y las costas de Taganana, pero también la mayor parte de las cumbres de Anaga, las dos vertientes norte y sur, y al fondo, el extraordinario volcán del Teide. Se trata de una vista sin parangón, un lugar extraordinario para detenerse y ver subir las brumas desde la costa. Un rincón mágico al que volver cada vez que se pueda.

Un segundo punto mítico sería alcanzar el renombrado Roque de Anambro, desde cuya atalaya, sólo los escaladores podrán disfrutar del espectáculo de una vista aún mejor que la del Roque Chinobre, para los demás, alcanzar su base ya constituye un gran premio.

Con todo, existe aún un punto que alcanzar y éste es el del famoso Mirador de Cabezo del Tejo, un auténtico balcón sobre el mar, la costa de Anaga y la Punta del Hidalgo.

Fotos: Rebeca Heredero