Una de las paradojas más desconcertantes de Tenerife es que siendo una isla, son muy pocos los lugares públicos y muy especialmente los restaurantes situados junto al mar o más bien, desde donde se disfrute de una vista o desde donde se experimente una vivencia plenamente marina.
De entre los existentes, quizás sea El Burgado, en la costa de Buenavista del Norte, justo a continuación del campo de golf de dicha localidad, el mejor ejemplo de lo que debiera ser algo más habitual en este precioso territorio insular.
Situado en un tramo de costa virgen, donde ruge el mar, El Burgado, con su terraza a la sombra de un inmenso toldo de redes de pesca, es un lugar idóneo para desconectar tomando alguna especialidad de pescado y brindar con vino blanco.
Son especialmente maravillosas las puestas de sol, con el fondo del macizo de Teno y el lejano y atractivo mirador del fraile, pero lo es más aún, a mi juicio, el constante embate de las olas, que rompen al pie de la terraza, como si en un barco nos encontráramos.
La playa, las tabaibas y los tarajales, completan un escenario de extraordinario encanto y mágico poder relajante, un sitio donde se para el reloj y donde cobra el máximo protagonismo la inmensa belleza de la naturaleza agreste de esta isla tan extraordinaria que es nuestro Tenerife.