Villa Clara

Villa Clara

Cada una de las grandes casonas o mansiones de Tenerife constituye un testigo actual de un determinado período histórico, y todas y cada una de ellas encierran una historia singular, una pasión. Villa Clara es fruto de la pasión de su primer propietario y promotor, D. Bernardo de la Rosa, por las grandes mansiones sureñas de los Estados Unidos de América.

Fascinado por los grandes porches porticados de las mansiones de la Georgia decimonónica,  encargó a uno de los arquitectos de referencia de la época, D. Antonio Pintor, que le diseñara la casa de sus sueños.

Así, en plenas Ramblas de Santa Cruz de Tenerife, sobre una parcela de 1229m2, D. Antonio firmó en julio de 1922 lo que a la postre se convirtió en una de las mansiones de referencia de la capital de Tenerife.

Las obras se desarrollaron con celeridad con lo que un año más tarde, en 1923 quedó inaugurado este singular hotelito tinerfeño de 505m2 de superficie construida y 228m2 de planta.

El arquitecto, sustituyó el orden gigante de las columnas y pilastras de las grandes mansiones sureñas, por un más mediterráneo y comedido orden jónico, generando un conjunto proporcionado y elegante de estilo ecléctico, con gran protagonismo de una balaustrada que todo lo remata.

Como toda vieja dama, esta preciosa villa de Tenerife, encierra algunos misterios no del todo desvelados y así, entre los que nombran  los que la conocen bien, figuran algunos pasadizos secretos diseñados por su titular para ponerse a salvo en caso de emergencia.

Por lo demás, esta singular propiedad inmobiliaria de Tenerife, forma parte hoy del Colegio de la Pureza, tras haber pasado a lo largo de sus casi cien años por diversas manos y destinos y como siempre ha ocurrido, desde hace décadas luce aún más debido a su precioso jardín.