
En la Villa de Arafo y fruto del esfuerzo de al menos tres generaciones, la familia Ferrera ha ido construyendo lo que hoy en día es una de las bodegas más destacadas del panorama vitivinícola de la isla de Tenerife.
Con una producción de aproximadamente 50.000 litros al año, de los que 20.000 litros proceden de tierras propias, producción propia, la bodega se ha caracterizado por la toma de muchas decisiones valientes y pioneras a lo largo de su ya larga historia. Así, en los años 40 del S. XX, el abuelo y padre de los actuales propietarios compró una finca situada entre dos lenguas de lava al pie del Pico Cho Marcial que dirían en la vecina localidad de Güímar o Pico del Valle que gustan decir en el municipio de Arafo. Esta primera finca constituye el núcleo de las tierras más bellas de la bodega, cinco hectáreas de terreno a mil metros de altura desde donde se divisa una espléndida vista del Valle de Güímar, de Santa Cruz, de las cumbres de Anaga y de la vecina isla de Gran Canaria.
Tierras bellas pero duras, casi excavadas en la roca, en bancales de piedra a los que hubo que llevar el agua desde galerías lejanas, primero en pequeños canales (tajeas) y después por medios día a día más sofisticados. Tierras donde se desarrolla una viticultura heroica, de mecanización limitada por la complicada orografía del terreno. Tierras donde en 1998, se decidió sustituir gran parte de las viejas cepas de listán blanco, por el varietal que constituye, a día de hoy, la piedra angular de la bodega: el albillo criollo. Tierras en las que se ha ido evolucionando, con el paso del tiempo, hacia una agricultura ecológica, en una primera fase y, de ésta, a una agricultura regenerativa, un concepto que apuesta por no labrar el suelo, por generar un manto vegetal, por mantener un ecosistema donde todos los tratamientos son naturales, con el empleo, única y exclusivamente, de azufre natural y bentonita.
He disfrutado muchísimo de mi visita, hoy 19 de abril de 2025, de la finca y bodega Ferrera. He disfrutado de la pasión de los miembros de esta familia por el vino, por la agricultura sostenible, por el amor a su tierra y a su entorno. He disfrutado de la conversación con Juan Rubén Ferrrera, de sus proyectos de plantación de nuevos varietales de Baboso Blanco, a sumar a las plantaciones de Albillo Criollo, Listán Blanco, Baboso Negro, Syrah, Tempranillo …, he disfrutado de la hospitalidad de su hermana Mónica y de sus padres. Buena gente. Gente con pasión y con amor a la mejor Tradición. Y he disfrutado de su vino, particularmente de su vino blanco seco ecológico. Un vino donde predomina el albillo criollo que supone más de 2/3 del mismo, pero donde también encontramos listán blanco de altura y moscatel. Un vino elegante, bien hecho, rico, con potencia aromática, un vino para disfrutar. Un vino con sabor a Canarias.