Resulta una visión de lo más sorprendente, encontrarse en un barrio de la periferia de Santa Cruz de Tenerife, en lo que otrora fueran fincas de plátanos a las afueras de la ciudad, con una construcción histórica de estilo neoárabe como recién salida de un cuento de las Mil y Una Noches.
Y es que efectivamente, esta histórica mansión de Tenerife, construida en 1914 por encargo de quien fuera célebre doctor y benefactor de la ciudad, D. Luis González-Coviella y Pérez, para albergar su clínica y su residencia, podría perfectamente encontrarse en cualquier ciudad del mundo islámico, o al menos en cualquier ciudad islámica con conexiones con la mítica arquitectura andalusí.
No es de extrañar pues que el primer propietario de esta singular mansión de Tenerife, conocido entre otras cosas pos su fascinación por la cultura árabe, por su orientalismo, se hiciera acompañar por su amigo y renombrado arquitecto de la época, D. Mariano Estanga, en un viaje por Andalucía con el único propósito de buscar fuentes de inspiración para el diseño y construcción de la magnífica propiedad que nos ocupa.
Así, D. Mariano, diseñó para su amigo en 1907, un fantástico palacete con elementos inspirados en los Reales Alcázares de Sevilla y en la Alhambra de Granada, como ventanas geminadas, arcos lobulados y columnas nazaríes, sin olvidar los muy sevillanos paños de sepka.
El resultado final es un armonioso palacete, muy en la línea de construcciones de inspiración orientalista que surgieron en Europa desde finales del Siglo XVIII, aunque con pleno desarrollo en el Siglo XIX, dentro de las corrientes arquitectónicas historicista y romántica, con ilustres precedentes como el Pabellón Real de Brighton de John Nash, construido entre 1815 y 1822 o ya en España el renombrado salón árabe del Palacio Real de Aranjuez, obra de D. Rafael Contreras Muñoz, construido entre 1847 y 1851.
Recorrer perimetralmente esta histórica mansión de Tenerife, genera una enorme curiosidad a la par que fascinación, pues literalmente teletransporta a exóticas geografías, pues además de sus palaciegas fachadas laterales, dispone de un torreón rematando uno de sus extremos, que no puede dejar de recordarnos al minarete de una mezquita o a alguna alcazaba o histórica fortificación musulmana en lo que más que una residencia palaciega al uso, podría ser fastuoso escenario cinematográfico.
Finalmente, y como colofón a nuestro artículo, comentar que todo este singular legado arquitectónico neoárabe en Tenerife, fue el resultado del tesón de un hombre hecho a sí mismo, que hubo de abandonar sus estudios de medicina por falta de recursos económicos, para después completar la carrera en Sevilla, tras años de ahorro y esfuerzo, con las máximas calificaciones. Detrás de cada mansión hay una historia y una pasión personal. El fruto del esfuerzo de todas esas generaciones pasadas, se ha traducido en una preciosa colección de históricas propiedades en la isla de Tenerife que es nuestro deber conocer, valorar y preservar.